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El trastorno de ansiedad social (TAS), o fobia social, puede tener un efecto paralizante en los jóvenes. Los niños que evitan levantar la mano o hablar en la escuela pueden convertirse en adolescentes que se retiran de las actividades extraescolares, y luego en adolescentes que experimentan aislamiento y depresión. De hecho, los niños con trastorno de ansiedad social tienen más probabilidades que sus compañeros sin TAS de desarrollar depresión a los 15 años y abuso de sustancias a los 16 o 17 años.
A medida que se acercan a la edad adulta, los jóvenes con trastorno de ansiedad social tienden a elegir caminos que requieren menos participación con otras personas y, por lo tanto, acortan muchas oportunidades. Los jóvenes brillantes e inteligentes que anhelan ser abogados o médicos, pero que no pueden interactuar con otras personas, pueden elegir una profesión o un trabajo que sea muy solitario; o pueden no entrar en el mundo laboral.
Teniendo en cuenta que la fobia social es un trastorno de entrada a la depresión, el abuso de sustancias y el deterioro a lo largo de la vida, debemos dar prioridad a su identificación cuando los niños son más jóvenes. Si podemos llegar a los niños en las primeras etapas del trastorno, podemos proporcionarles habilidades básicas para ayudarles a gestionar sus sentimientos y aumentar su capacidad de interactuar con la gente.
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La ansiedad social es uno de los problemas más comunes que impiden a los niños adoptar una mentalidad de crecimiento. Es una de las principales razones por las que los niños tienen miedo a fracasar o a cometer errores. Pueden tener miedo de defraudar a los demás o de pasar vergüenza delante de ellos.
Puedes utilizar el modelo PACE para comprometerte con tus hijos y ayudarles a sentirse seguros. El método PACE significa “Playfulness”, “Acceptance”, “Curiosity” y “Empathy”. Estas cuatro reacciones o métodos de interacción ayudan a liberar parte de la ansiedad asociada a una situación al hacer saber al niño que usted está tranquilo, relajado y es capaz de comprenderle y ayudarle.
Si usted es el padre de un adolescente con trastorno de ansiedad social (TAS), puede ser difícil saber cuál es la mejor manera de ayudarle a afrontarlo. Además de ayudar a su hijo a obtener un diagnóstico adecuado y un tratamiento eficaz, como la terapia cognitivo-conductual (TCC) y/o la medicación, hay una serie de medidas que puede tomar para ayudar a su hijo adolescente en el día a día.
Aunque puede resultar tentador ser sobreprotector o cobijar a su adolescente, es importante proporcionarle experiencias que aumenten su confianza y no dejar que evite las situaciones que le producen ansiedad. La exposición gradual a nuevas experiencias sociales le ayudará a desarrollar sus habilidades sociales y a sentirse más seguro de sus capacidades. Esto implicará intrínsecamente que se le empuje más allá de su zona de confort, pero, por supuesto, debe abordarse de forma comedida. Un terapeuta puede orientar esto, y su participación como padre es clave.
Si tienes un adolescente más joven, asegúrate de darle la oportunidad de hablar por sí mismo en situaciones como pedir en un restaurante o pedir entradas para el cine. Asegúrese de ofrecer elogios y recompensas cuando su hijo adolescente se enfrente a situaciones sociales temidas.
Todo el mundo experimenta ansiedad. Es una emoción natural e importante, que indica, a través de la preocupación, el miedo y la alarma, que el peligro o un cambio repentino y amenazante está cerca. Sin embargo, a veces la ansiedad se convierte en una respuesta exagerada y poco saludable.
Dada la serie de cambios e incertidumbres a las que se enfrenta un adolescente normal, la ansiedad suele ser un ruido de fondo. Para algunos adolescentes, la ansiedad se convierte en un estado crónico y agudo, que interfiere en su capacidad para asistir a la escuela y rendir al máximo de su potencial académico. Participar en actividades extraescolares, hacer y mantener amigos, y mantener una relación de apoyo y flexible dentro de la familia se vuelve difícil. A veces, la ansiedad se limita a sentimientos de malestar generalizados y flotantes. Otras veces, se convierte en ataques de pánico y fobias.
Los trastornos de ansiedad varían de un adolescente a otro. Los síntomas suelen incluir temores y preocupaciones excesivas, sentimientos de inquietud interior y una tendencia a ser excesivamente cauteloso y vigilante. Incluso en ausencia de una amenaza real, algunos adolescentes describen sentimientos de nerviosismo continuo, inquietud o estrés extremo.