El cerebro de la amígdala
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Cuando afirmas con exasperación “me siento muy asustado”, no estás bromeando. A veces, la sensación de ansiedad es todo lo que hay en la ansiedad. Los síntomas físicos pueden ser francamente insoportables. ¿Qué es lo que hace que tu cuerpo experimente estos síntomas tan debilitantes? ¿Los pensamientos? Claro, pero si sabes que tus pensamientos son exageradamente irracionales, ¿por qué sigues sintiendo miedo? La respuesta está en la amígdala. La amígdala es una estructura diminuta con forma de almendra que se encuentra en lo más profundo de la parte emocional del cerebro (el sistema límbico).Para entender por qué la amígdala hace lo que hace, necesitamos un poco de información básica sobre por qué el cerebro emocional hace lo que hace.
El corazón late más rápido. Los músculos se tensan. La presión sanguínea aumenta. La adrenalina se bombea en el torrente sanguíneo. Más sudoración. Los pulmones toman más O2. Y muchas, muchas más reacciones.Esto es una excelente noticia. Sin que tu cuerpo esté preparado de esta manera, simplemente no estás equipado para protegerte ante un peligro real. ¿Cómo puedes huir de una serpiente si tu cuerpo no “siente” que vas a morir si no lo haces? Otra excelente noticia es que la activación de la amígdala es tan increíblemente rápida, automática y visceral, que “conscientemente”, no tienes que hacer nada para preparar tu cuerpo para luchar o huir. Las reacciones corporales de una amígdala activada simplemente “aparecen en tu vida”. Un segundo eres un vagabundo de la playa en una hamaca sorbiendo su piña colada y al segundo siguiente estás corriendo por tu vida cuando un lagarto te cae encima.Da gracias a que tu amígdala existe. Puede salvarte la vida cuando los peligros son reales. -VOLVER AL PRINCIPIO- CUANDO LAS AMENAZAS NO SON REALES
Calmar la amígdala
Desgraciadamente, cualquier comportamiento impulsado por la ansiedad sólo empeorará con el tiempo y la exposición repetida a sus desencadenantes, a menos que se pueda abordar la ansiedad y el estado emocional subyacentes causados por los desencadenantes. La ansiedad no se basa en el pensamiento racional.
Imagina cómo te sientes cuando vas caminando por un sendero y casi te paras sobre una serpiente. Reaccionas inmediatamente al activarse tu amígdala (la parte emocional y primitiva de tu cerebro). Has saltado una buena distancia hacia atrás, tu corazón late con fuerza y ni siquiera has recuperado el aliento… entonces te das cuenta, ¡es sólo un palo!
Este es un ejemplo de secuestro de la amígdala, cuando anula la parte de pensamiento racional de tu cerebro. Todos los mamíferos, aves y reptiles tienen una amígdala que está programada para ayudar a la supervivencia, la activación de la amígdala conduce a comportamientos de preservación de la vida generalmente uno de congelación, lucha o huida. Para simplificar las cosas, en un cerebro ansioso, la amígdala suele estar más activada que en un cerebro no ansioso, y el equilibrio de los neuroquímicos que controlan la actividad del cerebro difiere de los de un individuo tranquilo y no ansioso. Esta no puede ser una forma agradable de percibir el mundo.
Síntomas de la amígdala pequeña
Si te encontraras con un oso en el bosque, ¿qué harías? En este artículo hablaremos de lo que es el estrés y de cómo reaccionan nuestro cerebro y nuestro cuerpo ante él. Hay muchas cosas interesantes que suceden dentro del cuerpo humano cuando nos enfrentamos a una situación de miedo. Nos centraremos en las regiones del cerebro que son responsables de nuestras reacciones al estrés. Aprenderemos cómo ayudan a nuestro cuerpo a calmarse cuando se enfrenta a algo que da miedo. Las principales partes del cerebro responsables de nuestras reacciones al estrés son el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, la amígdala y el córtex prefrontal. Este artículo también tratará sobre cómo el cerebro recibe ayuda de fuentes externas y cómo los humanos se adaptan al estrés cuando éste se convierte en una parte normal de la vida. Leamos todo sobre los superhéroes que nos ayudan a superar incluso las situaciones más aterradoras.
Imagina cómo te sentirías si te encontraras con un oso en el bosque. Tu corazón se aceleraría y empezarías a respirar con dificultad. Puede que te quedes congelado en el sitio, incapaz de moverte por el miedo. Puede que sientas la necesidad de huir. Todos estos son síntomas de estrés. El estrés es el estado mental y físico que sienten los seres humanos cuando experimentan algo difícil o amenazante. El estrés puede provenir de muchas fuentes diferentes. Los factores estresantes normales son cosas que te hacen sentir nervioso o asustado durante un corto periodo de tiempo, como hablar delante de un gran grupo de personas. Los factores estresantes más importantes y duraderos te hacen sentir triste o asustado durante mucho tiempo. La muerte de un familiar cercano es un ejemplo. La buena noticia es que tu cerebro es un superhéroe. Cada día te mantiene a salvo de un exceso de estrés.
Entrenamiento de la amígdala
¿Alguna vez ha perdido el control de sus emociones y ha hecho algo en el calor del momento de lo que luego se ha arrepentido? Tal vez se le haya ido la olla o haya estallado contra alguien -su pareja o su hijo, un compañero de trabajo o quizás el conductor de otro coche- hasta tal punto que después se ha dado cuenta de que era innecesario.
El término “secuestro de la amígdala” fue utilizado por primera vez por el psicólogo Daniel Goleman en su libro de 1995, “Emotional Intelligence: Por qué puede importar más que el coeficiente intelectual” para referirse a una reacción emocional inmediata e intensa que está fuera de proporción con la situación. En otras palabras, es cuando alguien “pierde los papeles” o reacciona de forma exagerada ante algo o alguien.
Cuando vemos, oímos, tocamos o probamos algo, esa información sensorial se dirige primero al tálamo, que actúa como estación de transmisión del cerebro. A continuación, el tálamo transmite esa información al neocórtex (el “cerebro pensante”). Desde allí, se envía a la amígdala (el “cerebro emocional”) que produce la respuesta emocional adecuada.
Sin embargo, ante una situación de amenaza, el tálamo envía información sensorial tanto a la amígdala como al neocórtex. Si la amígdala percibe el peligro, toma una decisión en una fracción de segundo para iniciar la respuesta de lucha o huida antes de que el neocórtex tenga tiempo de anularla.