Cómo mejorar el control de los impulsos
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Según las investigaciones, los niños con comportamientos impulsivos, como los diagnosticados con el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad y el Trastorno Oposicionista Desafiante, muestran una mejora cuando se les enseña sistemáticamente comportamientos prosociales, como por ejemplo, cómo comportarse en diferentes situaciones, cómo identificar los problemas y aportar soluciones, y cómo reconocer qué comportamientos pueden ser indeseables en determinadas situaciones.
Por ejemplo, si va a ir a un restaurante, hable de lo que ocurrirá cuando llegue allí (por ejemplo, esperar a que le sienten, mirar el menú, pedir la comida, etc.) y de cómo debería ser el comportamiento de su hijo (por ejemplo, usar una voz interior, hablar con respeto mientras está dentro del restaurante, esperar amablemente su comida).
Cuando tú y tu hijo tengáis un momento libre para hablar y ambos estéis relajados, ayuda a tu hijo a conocer sus momentos de impulsividad, cómo le afecta y qué comportamientos alternativos podría considerar.
Por ejemplo, su hijo puede acordar esperar a que usted cuelgue el teléfono para contarle algo o puede acordar terminar la cena sin hacer ningún comentario insultante a su hermano. Pueden recompensarse con una actividad preferida por cumplir su objetivo.
Comportamiento impulsivo
El control de los impulsos puede ser un reto -y un desarrollo- para muchos niños, sobre todo para los más pequeños. Sin embargo, es una habilidad vital que puede cultivarse y mejorarse a cualquier edad. Esto es importante, ya que la falta de control de los impulsos es la causa de muchos problemas de comportamiento. Sin una intervención eficaz, los comportamientos impulsivos pueden normalizarse, hacerse habituales y empeorar con el tiempo.
Por ejemplo, los niños impulsivos de 5 años pueden pegar o tener rabietas cuando no se salen con la suya, mientras que los impulsivos de 14 años pueden compartir contenidos inapropiados en las redes sociales o tener comportamientos de riesgo como beber alcohol sin pensar en las posibles ramificaciones.
Sin embargo, usted puede ayudar a su hijo a aprender a mejorar el control de sus impulsos a medida que crece. De hecho, los estudios muestran que las intervenciones para mejorar el control de los impulsos (y otros elementos de la función ejecutiva) pueden ser muy útiles para reforzar estas habilidades.
Las investigaciones demuestran que un control deficiente de los impulsos está vinculado a la toma de decisiones y al desarrollo de enfermedades mentales. Por lo tanto, cuanto más controle su hijo sus impulsos, menos probable será que haga o diga algo que pueda perjudicar a los demás y a sí mismo, y más probable será que tenga una salud mental positiva.
Bordería impulsiva
Hace unos cinco años, un joven cliente entró de mala gana en la consulta de Jennifer Skinner. Además de los problemas de control de los impulsos, al niño de 10 años se le había diagnosticado un trastorno por déficit de atención/hiperactividad (TDAH) y un trastorno negativista desafiante (TOD), luchaba contra problemas relacionados con la adopción y tenía problemas médicos. Esta larga lista significaba que al niño se le decía a menudo lo que tenía que hacer y se sentía impotente.
Según los datos de prevalencia citados por Psych Central, el 10,5% de los estadounidenses padecen un trastorno del control de los impulsos. Aun así, Skinner, una consejera escolar profesional licenciada que trabaja con estudiantes con autoestima, control de impulsos y otros problemas socio-emocionales, dice que la impulsividad es a menudo mal entendida o no está en el radar de la gente. Rara vez se le presentan clientes que le digan que son impulsivos.
Según Galinis, la impulsividad es un término inclusivo que describe la forma en que las personas se desconectan de sí mismas, de sus relaciones y de su realidad. La mayoría de sus clientes acuden porque tienen problemas de pareja o porque alguien les ha sugerido que busquen ayuda. Ella descubre que “la raíz más profunda es no sentirse realmente presente cuando se toman decisiones”. Para ella, esto significa que el comportamiento impulsivo puede adoptar varias formas, como acostarse con mucha gente indiscriminadamente o beber o gastar más de lo que uno quiere.
Impulsividad
La impulsividad, o un comportamiento impulsivo, se define en términos generales como acciones sin previsión mal concebidas, expresadas prematuramente, innecesariamente arriesgadas e inapropiadas para la situación. La impulsividad se asocia con resultados no deseados, en lugar de deseables.
Es, de hecho, la inestabilidad que mejor caracteriza al TLP como trastorno. Las personas con TLP suelen luchar contra los sentimientos de inadecuación que se manifiestan con emociones inestables, comportamientos inestables y relaciones inestables. Pueden arremeter rápidamente contra cualquier cosa que se considere un desaire y a menudo no reconocen que esas emociones son irracionales o excesivas.
En términos psicológicos, los comportamientos impulsivos son intrínsecamente inapropiados, tanto en términos de escala como de riesgo potencial. Una persona con TLP es menos propensa a tener en cuenta las posibles consecuencias y a menudo recurrirá a conductas autolesivas (como comer compulsivamente o beber en exceso) como medio para afrontarlas.
Sin embargo, los comportamientos impulsivos no son, en sí mismos, diagnósticos de TLP. Sólo cuando el comportamiento es generalizado, perjudicial e interfiere con la capacidad de la persona para funcionar normalmente, puede considerarse el diagnóstico de TLP.