Codependientes anónimos
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La codependencia suele denominarse “adicción a las relaciones”. Es una condición emocional y de comportamiento que interfiere con la capacidad de un individuo para desarrollar una relación sana y mutuamente satisfactoria. Puede ser frustrante y destructiva, pero hay cosas que puedes hacer para aprender a dejar de ser codependiente.
El término codependencia se utilizó por primera vez para describir a la pareja de alguien con una adicción, cuyas elecciones poco saludables permiten o fomentan que la adicción continúe. Pero a lo largo de los años se ha ampliado para incluir a las personas que mantienen relaciones unilaterales, emocionalmente destructivas o abusivas, y esas relaciones no tienen que ser necesariamente románticas.
Sus intentos de rescatar, salvar y apoyar a su ser querido permiten que el otro individuo se vuelva aún más dependiente de él. El acto de dar a menudo da a un individuo codependiente una sensación de satisfacción, siempre y cuando obtenga reconocimiento. Les gusta “ser necesitados”.
La codependencia puede presentarse de muchas formas. Pero la raíz de una relación codependiente es que el individuo codependiente pierde de vista sus propias necesidades y deseos en detrimento de sí mismo y del otro individuo.
Psicología de la codependencia
Es cierto que el amor no es egoísta. Cuando tenemos hijos, sus necesidades tienen que estar por encima de las nuestras. No vamos a dejar que nuestro bebé llore durante horas de hambre en mitad de la noche porque nos apetezca dormir. Llevaremos a nuestros hijos a las actividades cuando estemos cansados o prefiramos hacer otra cosa. Actuar con responsabilidad como padres es parte de lo que significa amar a nuestros hijos.
La codependencia es un comportamiento aprendido. Observamos las acciones de nuestros padres cuando somos niños. Si nuestra madre o nuestro padre tenían problemas con los límites, eran siempre los mártires, nunca podían decir “no” a la gente y tenían formas poco saludables de comunicarse, lo más probable es que hayamos aprendido estos comportamientos y los hayamos llevado a nuestras relaciones íntimas.
Los niños que crecen con padres no disponibles emocionalmente corren el riesgo de ser codependientes. De adultos, a menudo se encuentran en relaciones en las que su pareja no está disponible emocionalmente, pero se quedan con la esperanza de poder cambiar a la persona. Pase lo que pase, no dejan de esperar que algún día las cosas vayan bien.
Relación codependiente
Las relaciones insanas no sólo afectan al bienestar mental, sino también a la salud física. Muchas personas se encuentran repitiendo los mismos patrones defectuosos en las relaciones a pesar de sus mejores intenciones.La excesiva dependencia emocional de una pareja romántica, un amigo o un miembro de la familia es uno de esos patrones evitables. En concreto, el término codependencia se utiliza para describir una situación en la que dos personas con rasgos de personalidad disfuncionales sacan lo peor del otro.¿Cómo dejar de ser codependiente? Debería empezar por reconocer cómo es una relación codependiente.En un matrimonio codependiente, por ejemplo, uno de los miembros de la pareja (llamado el facilitador) tiene graves necesidades emocionales o físicas y el otro (llamado la personalidad codependiente) está dispuesto a hacer lo que sea necesario para satisfacer esas necesidades. Con el tiempo, las personalidades de la pareja se entrelazan. Se involucran tanto el uno en el otro que ya no pueden funcionar de forma independiente. Si crees que tú o un ser querido podéis estar en una relación codependiente, sigue leyendo para saber cómo dejar de ser codependiente.
Niño codependiente
Este es un ejemplo de codependencia en acción: Un amigo cercano dice: “Necesitas salir. Reservemos juntos un vuelo a Miami. He encontrado el alojamiento perfecto. Yo compraré los billetes. Te sientes sola y agradeces que piense en ti. Al mismo tiempo, no quieres viajar ahora mismo. “¡Tienes que hacerlo!”, dice ella. “No te arrepentirás. Los vuelos son baratos”. “Suena muy bien…”, dudas. “¡Hecho! Nos vamos. Sabía que estarías de acuerdo”, exclama.Cuando cuelgas el teléfono, te sientes desorientado. Se te revuelve el estómago. ¿Qué acaba de pasar? “Esto será bueno”, tratas de convencerte. “Tal vez ella tenga razón y tenga que alejarme”. No te imaginas ahora echando atrás el viaje. Si estás crónica o habitualmente más centrado en los demás que en ti mismo, puedes llegar a ser como un barco con todas las velas sin ancla. Flotas con las corrientes y las brisas de las necesidades, las peticiones, los deseos y los horarios de los demás, a la deriva, en el mejor de los casos; en el peor, perdido. Cuando el cuidado de los demás no se contrarresta con un fuerte sentido de lo que uno es -alguien con sus propias necesidades y limitaciones-, se puede depender excesivamente de las brújulas de los demás para tener una trayectoria y un sentido de propósito propios.