Culpar a los demas es no aceptar

Citas para culpar a otros

¿Has conocido alguna vez a alguien que te parezca que siempre está culpando a alguien o a algo de sus problemas? Quizás la gente les ha dicho que dejen de jugar al “juego de la culpa”. Pues bien, las palabras “culpa” y “juego” nunca deberían ir juntas. No es un juego y nadie gana nunca cuando alguien se hace la víctima todo el tiempo. El mayor perdedor de todos es el que culpa a los demás.

Cuando culpamos a los demás, perdemos nuestro poder. Permanecer atrapados en nuestros sentimientos de ira, resentimiento o abandono sólo nos perjudica a nosotros, no a la otra persona. Al final, la otra persona sigue adelante (aparentemente sin ser más sabia ni estar peor), mientras que nosotros continuamos nuestra vida sintiéndonos enfadados con el mundo entero y con todos los que lo componen.

Cuando estamos ocupados culpando a los demás de nuestras pruebas y tribulaciones, no prestamos atención a nuestros propios comportamientos y a cómo pueden haber contribuido al “mal” que nos han hecho. Rumiar y obsesionarse todo el tiempo con los demás de una manera tan negativa no nos da la oportunidad de reflexionar personalmente y hacer un balance de quiénes somos y cómo hemos avanzado en la vida.

Qué es la culpa

Una mujer se ha enfadado porque el fin de semana su marido le ha sugerido que cuelgue los cuadros que quería poner. Ella cree que él debería haber sabido lo cansada que estaba, pues estaba siendo totalmente insensible.

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El problema es que ella esperaba que él fuera clarividente, que le leyera la mente, cuando era su responsabilidad informarle de su cansancio y decirle que no. Él lo aceptó y se culpó. A veces todos hacemos esto.

“El profesor era un asco, por eso suspendí el examen”, “Mi madre no me llevó al trabajo, así que me despidieron por faltar días”, “El policía era tan molesto, que al final iba a arreglar la luz”, “Mi pareja no me quiere lo suficiente, así que me siento mal conmigo mismo”.

En el centro de esta distorsión podemos encontrar que la persona nunca aprendió todo el espectro de la responsabilidad al llegar a la edad adulta. Esto no es culpa suya y puede estar relacionado con el hecho de que nunca se le cuidó de niño.

También es posible que la persona haya recibido demasiados cuidados de niño y que espere que se anticipen todas sus necesidades. Normalmente hay un alto nivel de razonamiento emocional (si me siento mal, algo habrá pasado) y de lectura mental inversa (deberían poder leer mi mente).

El narcisista culpa a los demás

Culpar -el fino arte de responsabilizar a otros de todas las cosas difíciles que nos suceden- es algo que nuestra sociedad moderna parece apoyar como perfectamente aceptable. Los programas de telerrealidad nos obligan a ver escenas en las que un personaje culpa a otro, y los periódicos están repletos de historias sobre cómo hay que culpar de todos los problemas de la sociedad a los políticos o a los terroristas y no hay nada que podamos hacer.

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La psicología habla del “sesgo de autoservicio”, y los investigadores descubren que muchos de nosotros nos atribuimos el mérito si las cosas van bien en la vida, pero echamos la culpa a las circunstancias cuando las cosas van mal.

Por ejemplo, imagine que se presenta a un examen de conducir. Si acabas de aprobar, lo más probable es que te atribuyas una razón interna: he estudiado mucho, de hecho soy un buen conductor por naturaleza. Pero si acabas de suspender el mismo examen, de repente aparece una razón externa -el tiempo era malo, no era el coche que suelo conducir, no he dormido lo suficiente-.

Pero culpar a las circunstancias es una cosa. Culpar a las personas, especialmente a las cercanas, cuando las cosas no van bien es otra. Y puede tener un efecto muy perjudicial en nuestras relaciones, familias y carreras.

Culpar a los demás de tus problemas

La proyección psicológica es el proceso de malinterpretar lo que está “dentro” como si viniera de “fuera”[1] Forma la base de la empatía mediante la proyección de experiencias personales para comprender el mundo subjetivo de otra persona. [En sus formas malignas, es un mecanismo de defensa en el que el ego se defiende de las partes del yo repudiadas y altamente negativas negando su existencia en sí mismo y atribuyéndoselas a los demás, lo que genera malentendidos y causa un daño interpersonal incalculable[2] Un acosador puede proyectar sus propios sentimientos de vulnerabilidad en el objetivo, o una persona que está confundida puede proyectar sentimientos de confusión e inadecuación en otras personas. La proyección incorpora el cambio de culpas y puede manifestarse como un vertido de vergüenza[3] La proyección se ha descrito como una fase temprana de la introyección[4].

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Un precursor destacado en la formulación del principio de proyección fue Giambattista Vico[5][6]. En 1841, Ludwig Feuerbach fue el primer pensador ilustrado que empleó este concepto como base para una crítica sistemática de la religión[7][8][9].