Aprendemos del fracaso, no del éxito”.
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Billie Robinson es un personaje importante de la película de animación de Disney de 2007, Meet the Robinsons. Está casada con Joe Robinson y pasa su tiempo controlando sus maquetas de tamaño natural en el Observatorio Anderson. Su voz la pone Kelly Hoover.
Billie aparece por primera vez cuando Lewis y Bud llegan y la encuentran a ella y a Gastón a punto de hacer una carrera. Gastón le pide a Lewis que cronometre la carrera, que consigue ganar. Además de su maqueta a escala real utilizada en la carrera, Billie también tiene un pequeño tren que utiliza para pasar las bandejas por la mesa. Cuando Tiny se lanza al ataque, utiliza su tren para embestir al dinosaurio hacia el exterior.
En el videojuego, Wilbur es el encargado de ayudar a Billie a restaurar el cargador de energía para sus grandes trenes. Billie también maneja una línea de monorraíl que permite a Wilbur viajar a diferentes partes de la ciudad y que tiene una estación justo dentro del vestíbulo de la casa.
Lewis Robinson – Wilbur Robinson – Bowler Hat Guy – DOR-15 – Mini-Doris – Carl – Bud Robinson – Lucille Krunklehorn – Billie Robinson – Joe Robinson – Fritz Robinson – Petunia Robinson – Laszlo Robinson – Tallulah Robinson – Franny Robinson – Art Framagucci – Gaston Framagucci – Spike y Dimitri – Mildred – Mr. Willerstein – Lizzy – Stanley – Coach – La madre de Lewis
Conoce la cita de los robinsones sigue avanzando
Entendemos que la perspectiva del fracaso como empresario puede ser especialmente desalentadora. Has invertido tanto tiempo, dinero, energía y pasión en tu negocio que la idea de que no funcione no es algo en lo que quieras pensar. Ojalá pudiéramos asegurarle que no fracasará ni cometerá errores al iniciar y dirigir su propia empresa. Pero eso sería una expectativa poco realista.
Llegará un momento en el que fallarás en algo (o en más de una cosa). Entonces tendrás que recoger los pedazos, ajustar el rumbo planeado y volver a empezar. Puede que no sea bonito, puede que no sea fácil, pero será una valiosa experiencia de aprendizaje que puede ayudarte a mejorar en el futuro. De hecho, el fracaso es una parte importante del camino hacia el éxito.
El éxito es sencillo de gestionar, pero en el fracaso es donde florecen el crecimiento y el aprendizaje. Incluso las personas de gran éxito se han enfrentado a enormes fracasos en sus carreras en un momento u otro (a veces más de una vez). Todos somos humanos y, por tanto, imperfectos. La clave para superar el fracaso es saber aceptar los errores para que te fortalezcan en lugar de destruirte.
Aprendemos del fracaso, no del discurso del éxito
Las startups tecnológicas se enfrentan a dos grandes problemas: identificar la adecuación del producto al mercado y escalar. Quieren personas que les ayuden a resolver esos problemas. Las startups están en tremenda desventaja con respecto a las grandes empresas. Disponen de muchos menos recursos, por lo que tienen que aprovechar al máximo lo que tienen.
En mi empresa de tecnología, no quiero contratar a personas que sepan lo que no hay que hacer; quiero personas que sepan lo que hay que hacer. Las personas que trabajan en empresas de éxito aprenden lecciones que no están al alcance del resto de nosotros. Por éxito, me refiero a una empresa de rápido crecimiento y de más de 50 millones de dólares de ingresos.
Las personas que trabajan en empresas de éxito se ven obligadas por necesidad a aprender a aplicar la regla del 80/20 a casi todo lo que hacen. Aprenden a contratar gente rápidamente. A menudo están expuestos a las nuevas tecnologías antes que nadie. Aprenden atajos para casi todo (porque tienen que hacerlo), pero saben cómo equilibrar la necesidad de crecer con su pasión por servir bien a los clientes.
Por el contrario, las personas que nunca han trabajado en una empresa de éxito no aprenden a reclutar a mucha gente al mismo tiempo que realizan su trabajo diario. No se han enfrentado al reto de escalar su producto o servicio más rápido de lo humanamente posible, por lo que suelen estar perdidos cuando se les pide que lo hagan en una nueva empresa. Como nunca han estado en una empresa de éxito, no han aprendido estas lecciones propias de la gente que les rodea.
Del fracaso se aprende del éxito no mucho del momento
En los últimos años nos han bombardeado con consejos sobre la “sabiduría del fracaso”. Hay numerosas historias de fracasos que se han convertido en éxitos espectaculares, como el fracaso de un adhesivo de 3M que se convirtió en el ingrediente clave de uno de sus productos más exitosos, la nota Post-it.
Son excelentes historias para sentirse bien. Tienen una cualidad de autoestima que resulta refrescante en una época en la que vemos cómo los políticos se niegan a reconocer incluso los errores más espectaculares y las prácticas financieras desastrosas se abren paso en nuestra economía. El problema de centrarse en el fracaso es que el fracaso es un proceso débil cuando se compara con su contraparte: el éxito. Consideremos las diferencias entre el fracaso y el éxito en el sistema de intercambio más duro, duradero, innovador y rápidamente cambiante que conocemos: el propio proceso de la evolución biológica. La biología lleva miles de millones de años resolviendo con éxito problemas en un mundo totalmente imprevisible. No es que el fracaso no sea importante aquí; es, de hecho, esencial para todos los procesos de crecimiento. Si las células viejas no mueren, no obtenemos otras nuevas. Si los cuerpos viejos no mueren, estaríamos enterrados en vida. Si los dinosaurios no fracasaran en última instancia, probablemente no estaríamos aquí. Pero el fracaso no es el proceso que impulsa todo este crecimiento y cambio; es sólo un desafortunado subproducto. En resumen, los organismos biológicos no aprenden del fracaso. Mueren antes de tener la oportunidad de transmitir sus genes.