Por qué culpamos a los demás de nuestros errores
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Culpar es el acto de censurar, responsabilizar, hacer afirmaciones negativas sobre un individuo o grupo de que sus acciones o su inacción son social o moralmente irresponsables, lo contrario de alabar. Cuando alguien es moralmente responsable de hacer algo malo, su acción es censurable. Por el contrario, cuando alguien es moralmente responsable de hacer algo bien, podemos decir que su acción es digna de elogio. Hay otros sentidos de la alabanza y la culpa que no son éticamente relevantes. Uno puede alabar el buen sentido de la vestimenta de alguien, y culpar a su propio sentido del estilo por su propio sentido de la vestimenta.
La culpa parece estar relacionada con la actividad cerebral en la unión temporoparietal (TPJ)[1]. Se ha descubierto que la amígdala[2] contribuye cuando culpamos a otros, pero no cuando respondemos a sus acciones positivas[3].
Los seres humanos -consciente e inconscientemente- emiten constantemente juicios sobre otras personas. Los criterios psicológicos para juzgar a los demás pueden estar parcialmente arraigados,[cita requerida] negativos y rígidos que indican cierto grado de grandiosidad[cita requerida].
Relación con la culpa
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Citas de culpar a otros
Una opinión muy extendida sostiene que la vulnerabilidad al trastorno depresivo mayor (TDM) está relacionada con el aumento general de la emocionalidad negativa. Por el contrario, las teorías de atribución cognitiva hacen hincapié en la importancia de culparse a uno mismo y no a los demás por los acontecimientos negativos. Hasta ahora, las predicciones contrastadas de estos modelos no se han comparado directamente. Siguiendo la perspectiva atribucional, probamos la hipótesis de que las personas con MDD remitido no muestran un sesgo general hacia las emociones negativas, sino un sesgo selectivo hacia las emociones de autoculpabilización en relación con las emociones asociadas a la culpabilización de los demás.
Comparamos un grupo de MDD remitido y un grupo de control en una prueba experimental novedosa que nos permitió comparar directamente la propensión a emociones específicas asociadas con diferentes tipos de auto-culpabilidad (culpa, vergüenza, auto-desprecio/desagrado) y la culpa de otros (otros-indignación/enfado, otros-desagradecimiento/desagradecimiento) mientras se controlaba la valencia negativa y el estado de la medicación, y se excluía la comorbilidad.
De acuerdo con nuestra hipótesis, los individuos con MDD remitido mostraron un mayor sesgo de autodesprecio (diferencia entre el desprecio/desagrado hacia uno mismo y hacia los demás), pero no aumentaron la propensión a ninguna otra emoción negativa ni aumentaron en general la valencia negativa percibida de los estímulos. Además, el grupo con MDD remitido mostró un menor desprecio/disgusto hacia los demás.
Cambiar la culpa
Puedes pensar que al culpar a los demás, se acabó. La pelota está fuera de tu campo y está en el otro lado. Puede que te engañes a ti mismo pensando que es así. Desgraciadamente, al culpar a los demás, estás complicando más las cosas. Esto se vuelve en tu contra.
La amistad es una relación que tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Haces amigos y mantienes amistades por el valor que añaden a tu vida. Sin embargo, a veces tus acciones bien intencionadas pueden tener resultados desfavorables. Esto puede dar lugar a que tu amigo te culpe.
En la mayoría de nosotros, la tendencia a culpar a los demás se desarrolla en la infancia al observar a las personas que nos rodean. Cuando empezaste a hacerla parte de tu comportamiento, viste la inmensa ventaja que te ofrece. Esto cimentó su lugar en tu mente.
Una vez que te das cuenta de la tontería y la negatividad que supone culpar a los demás de tus errores, es posible que quieras dejar de hacerlo, pero te encuentras en una posición impotente. Con el enfoque estratégico correcto, puedes deshacerte de este sucio hábito. Todo lo que necesitas es fuerza de voluntad y el deseo de hacer lo correcto.